martes, 8 de mayo de 2018

PATRIA

Hay libros que gustan, libros que entretienen, libros que enseñan, libros que te hacen reflexionar, libros que te hacen sentir y libros que hacen todo lo dicho anteriormente. Éste es el caso de Patria, de Fernando Aramburu. Nunca había leído nada de dicho autor y me animé a hacerlo por las extraordinarias críticas que tenía esta historia. No me decepcionó. Todo lo contrario. Me atrapó desde la primera página por lo que cuenta y por la manera en que lo cuenta, transportándote a Euskadi en los turbulentos años 80 y 90, en plena actividad de la banda terrorista ETA.
Dos familias vecinas y a la vez amigas íntimas que se distancian y enfrentan por unas ideologías políticas que terminan en fanatismo. Dos puntos de vista, dos formas de ver y sentir la lucha y por reivindicar unos derechos para un pueblo dividido. Por un lado, los que creen firmemente en la lucha armada y ven el daño causado como algo colateral y necesario porque el fin justifica los medios pero que aún así son personas y como tales tienen sentimientos. Por otro, quienes se ven obligados a luchar contra ellos por razones de trabajo o de convicción. En el medio, quienes solo quieren vivir tranquilos y se ven empujados hacia uno y otro lado y al final se ven acosados por ambas partes. Miedo, desconfianza, necesidad de creer, sentimientos que se entremezclan y que dañan profundamente a todos los habitantes de un pequeño pueblo haciendo que se enfrenten entre sí.
El día que ETA anuncia el abandono de las armas, Bittori decide volver al pueblo del que tuvo que marcharse por presiones después de que la banda asesinara a su marido Txato, en la misma calle en que vivían, una tarde lluviosa. Allí se reencontrará con Miren, su antigua mejor amiga y madre de Joxe Mari, un terrorista encarcelado y del que Bittori sospecha es el asesino de su esposo.
Hay cosas en la vida imposibles de olvidar, pero quizá sí podamos llegar a perdonarlas, por dolorosas que sean, si nos piden perdón por el daño causado. Emotiva novela que hace reflexionar a quien la lee y que seguramente ayude a curar algunas heridas. Gracias, Fernando Aramburu, por este regalo a los lectores.